De pequeña quería ser detective. Nací con una condición en la vista llamada distrofia en los
conos que ha determinado algunas de las grandes decisiones de mi vida. De pequeña fue difícil
adaptarme al mundo, sentía que pertenecer era casi imposible, todo era un esfuerzo. Ser
diferente dificultaba socializar así que desarrollé un rico mundo interior, mucha creatividad, el
disfrute de la soledad entendida como un lugar seguro.
No obstante no era feliz, lo cual me llevó a una depresión muy fuerte. Hoy en día siento que fue un despertar, fue tocar fondo para poder ir hacia arriba, ir hacia la vida. Este fue mi primer contacto con la terapia y parte del tratamiento era encontrar algo que disfrutara y así llegó la música a mi vida.
La música le dio sentido a mi vida, fue un impulso para buscar otros horizontes tanto externos
como internos. Mientras estudiaba en el conservatorio sentí el deseo de acercar la música a
otras personas para brindarles todo lo que yo estaba experimentado; la posibilidad de expresar aquello que no conseguía expresar con palabras en el amplio rango emocional que da la música.
Me decanté por la Musicoterapia, descubrí mi vocación de terapeuta y tuve muy claro que ese era el camino. Fue así como llegue a la Terapia Gestalt. Encontré una filosofía de vida y una base de intervención terapéutica muy sólida. He seguido nutriéndome a lo largo de los años del arte en sus distintas formas, especialmente de la danza y de la expresión a través de la voz y el cuerpo.
Hoy en día puedo decir que todo este recorrido me ha permitido sentirme plena, aceptar y amar mi cuerpo tal y como es, con sus limitaciones y sus potenciales.
Actualmente me dedico principalmente a la Terapia Gestalt en consulta individual y de parejas.
Llevo el proyecto Voz que Sana, una investigación que ofrezco a nivel individual y grupal sobre
la voz y el movimiento como herramientas en procesos gestálticos de crecimiento personal.